05 julio 2011

Sonatina (Rubén darío)

Sonatina


La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa,

Que ha perdido la risa, que ha perdido el color.


La princesa está pálida en su villa de oro.

Está mudo el teclado de su clave sonoro;

Y en el vaso, olvidada, se desmaya una flor.


El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.

Parlanchina, la dueña dice cosas banales,

Y vestido de rojo, piruetea un bufón.


La princesa no ríe, la princesa no siente;

La princesa persigue por el cielo de oriente

La libélula vaga de una vaga ilusión.


¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,

O en el que ha detenido su carroza argentina

Para ver de sus ojos la dulzura de luz?


¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,

O en el soberano de los claros diamantes,

O en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?


¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa

Quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,

Tener alas ligeras, bajo el cielo volar,


Ir al sol por la escala luminosa de un rayo,

Saludar a los lirios con los versos de mayo,

O perderse en el viento sobre el trueno del mar.


Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,

Ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,

Ni los cisnes unánimes en los lagos de azur.


Y están tristes las flores por la flor de la corte:

Los jazmines de oriente, los nelumbos del norte,

De occidente las dalias y las rosas del sur.


¡Pobrecita princesa de los ojos azules!

Está presa en sus oros, está presa en sus tules,

En la jaula de mármol del palacio real;

El palacio soberbio que vigilan los guardas,

Que custodian cien negros con sus cien alabardas,

Un lebrel que no duerme y un dragón colosal.


¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!

(la princesa está triste, la princesa está pálida)

¡Oh visión dorada de oro, rosa y marfil!

¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe

(la princesa está pálida, la princesa está triste)


Más brillante que el alba más hermoso que abril!

Calla, calla princesa – dice el hada madrina –;

En caballo con alas, hacia acá se encamina,

En el cinto la espada y en la mano el azor,


El feliz caballero que te adora sin verte,

Y que llega de lejos, vencedor de la muerte,

A encenderte los labios con su beso de amor.


3 comentarios:

Allita dijo...

Otro poeta que me cautiva:

William Wordsworth , con su poema

Lucy

Ella vivía en los caminos ocultos,
Junto a las fuentes de Dove,
Doncella por nadie alabada
Y querida por muy pocos:
Violeta entre las piedras de hielo,
Casi escondida a las miradas,
Como una estrella en la mañana
Cuando escondida brilla en el cielo.
Vivió ignorada, y muy pocos supieron
Cuando Lucy dejó de existir;
Ahora yace en su tumba fría, y
¡Ah, qué diferencia para mí!

Allita dijo...

seguimos con Wordsworth:

Erraba solitario como una Nube

Erraba solitario como una nube
que flota en las alturas sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre,
una hueste de narcisos dorados;
junto al lago, bajo los árboles,
estremeciéndose y bailando en la brisa.

Continuos como las estrellas que brillan
y parpadean en la Vía Láctea,
se extendían como una fila infinita
a los largo de aquella ensenada;
diez mil narcisos contemplé con la mirada,
que movían sus cabezas en animada danza.

También las olas danzaban a su lado,
pero ellos eran más felices que las áureas mareas:
Un poeta sólo podía ser alegre
en tan jovial compañía;
yo miraba y miraba, pero no sabía aún
cuánta riqueza había hallado en la visión.

Pues a menudo, cuando reposo en mi lecho,
con humor ocioso o pensativo,
vuelven con brillo súbito sobre ese ojo
interior que es la felicidad de los solitarios;
y mi alma se llena entonces de deleite,
y danza con los narcisos.

Allita dijo...

Y culminamos con Wordsworth:


Era un Fantasma del Gozo.


Era un fantasma del gozo cuando
por vez primera resplandeció ante mis ojos,
una aparición jubilosa enviada para adornar un instante:
sus ojos, eran estrellas de un bello crepúsculo;
como el atardecer de sus cabellos oscuros.

El resto de ella provenía de la primavera,
y de la aurora gozosa.
Una forma danzante,
una imagen radiante
que obsesiona, turba y descarría.

Vista de cerca, advertí que era un espíritu.
Sus movimientos en el hogar eran leves y etéreos,
y su paso de una libertad virginal;
un semblante en el que se encontraban
promesas y dulces recuerdos.

Una criatura no demasiado brillante
ni excelente para el sostén cotidiano,
para los dolores fugaces, los pequeños engaños;
la alabanza, el reproche, el amor, los besos,
las lágrimas y las sonrisas.

Ahora veo con ojos serenos
el mismo pulso de la máquina;
un ser que transita una vida pensativa,
un peregrino entre la vida y la muerte,
razón firme, voluntad moderada,
paciencia, previsión, fuerza y destreza.

Una mujer perfecta,
noblemente planeada para advertir,
para consolar,
para ordenar.
No obstante, siempre un espíritu,
y resplandeciente con no sé qué angélica luz.